martes, mayo 22, 2007

May the force be with me



Dudé en postear esto, sé que quizá no falten aquellos que me tachen de villamelón (de nuevo ja!) la verdad es que me importa poco, así que ahí les va.
Hace muchos años, en 1977 dos grandes cosas comenzaban su génesis. Una, mi nacimiento fechado en noviembre de aquel año; la otra, la puesta en marcha de Una Nueva Esperanza, el primer capítulo de la saga Star Wars.
Supongo que algo tuvo que ver la coincidencia de fechas, al menos en mi persona, para que desde pequeño Luke Skywalker, Darth Vader y compañía fueran parte de mis fijaciones.
Honestamente no recuerdo haber ido al cine a ver las dos primeras entregas aunque mis padres juran que me llevaron, de la tercera "El Regreso del Jedi" tengo vagos recuerdos pero creo que mi afición vino después, especialmente con la colección de muñecos que tuve.
Y digo tuve porque en un capítulo de mi vida que bien podría titularse "Cómo perder una fortuna en un par de minutos" la perdí.
La historia es larga pero va resumida (padres, si omito o confundo algún detalle, favor de avisarme), cuando tenía yo alrededor de 4 o 5 años, por motivos de trabajo mi padre viajaba constantemente a Houston.
En alguno de esos viajes tuvo a bien comprarme un set completo con las figuras de las películas. Por supuesto eran mi adoración, cargaba con ellas para todos lados, incluso en las vacaciones.
Fue precisamente en unas vacaciones, en Manzanillo, Colima, en donde mis sueños de riqueza a cambio de no trabajar comenzaron a esfumarse.
Recuerdo haber estado jugando en la playa, en ese mundo imaginario que sólo los niños podemos crear, cuando el grito de mi omnipresente madre me llamó para ir a comer.
Entre la flojera por levantar y mi sesudo plan para ahorrarme la cargada de muñecos, decidí que enterrarlos en la arena, previa señalización del lugar, era la mejor idea.
Con prontitud procedí al hipotético funeral de mi colección, asegurándome de no perder detalle del lugar exacto.
Al paso de las horas, seguramente distraído con algo más, regresé a la playa, al punto marcado en mi mapa mental para recuperar mis muñecos.
...
Tras varias horas y numerosos hoyos en la playa, lo comprendí. Los había perdido, mi más valioso tesoro, mi mejor pertenencia, no sólo por mi pasión personal sino por todo lo que mis padres habían hecho por conseguirla. Con lágrimas en los ojos creo que en ese momento renuncié a encariñarme del mismo modo con otro juguete.

Con el paso de los años, más cerca de la edad adulta, comencé una nueva colección. Naves, muñecos, películas, documentales, libros y demás han venido a tratar de reemplazar a aquellos juguetes que se perdieron en el mar aunque sin el mismo sabor de la infancia. Es más, casi puedo asegurar que ahora los valoro más como piezas de colección en espera de que algún día pueda presumir de poseer un artículo de Star Wars que vale miles de dólares.

A todo esto, para aquellos que son fans: ¡¡muéranse de envidia!!, este jueves parto rumbo a Los Ángeles para cubrir las actividades de Celebration IV, la convención que conmemora 30 años de lanzamiento de Una Nueva Esperanza.
Trataré de mantener esto actualizado con todo lo que me encuentre por tierras angelinas, mientras les dejo un adelanto de lo que he estado preparando para la chamba.