lunes, junio 23, 2008

Qué amabilidad

Es momento de dar las gracias por varias razones.
La primera es que más personas de las que imaginé hablaron para preguntarme qué diablos había escrito en el post anterior. A todos ellos les debo una explicación.
La otra es que después de anunciar mi suicidio cibernético, alguien prefirio ahorrarme la molestia y lo hizo por mí. Muchas gracias (redobles de tambores)
Me explico, entrar a facebook y dar mi cuenta de baja fue sencillo. Un par de clicks de distancia y listo. Pero hacerlo en hi5 fue imposible.
Primero lo intenté del modo habitual, entrar a mi cuenta, buscar el menú opciones y hacer click en desactivar, anular, dar de baja o como quieran... pero no lo logré.
Pensé que tal vez había escrito mal mi password, que la había olvidado o que algo raro le sucedía a mi cerebro. Pero no. (bueno lo de mi cerebro sí pero eso no es novedad)
Probé todas las combinaciones posibles y ninguna funcionó, así que decidí escoger la opción que dice "soy idiota y olvidé la contraseña, ¿me la pueden enviar a mi mail?" pero ante mi incredulidad resulta que dicen los del hi5 que no tengo cuenta, que nunca me registré y que todo ese tiempo viví en el limbo binario. Estoy casi seguro de que cometen un error.
Ahora, lo raro es que me llegan invitaciones, al mismo correo que había usado para darme de alta anteriormente, de personas que ya me habían agregado a su lista de amigos. WTF?
En la oficina no tengo acceso al hi5 así que no puedo perder horas investigando, pero a ver, hagamos un ejercicio mental.
¿A quién diablos le puede preocupar o causar cierta satisfacción robar mi personalidad en internet? ¿Qué ganarían con tal ignominia? además de condenarme al ostracismo virtual.
No lo entiendo, según yo mi vida no tiene interés para mucha gente. Entonces, ¿por qué lo hacen?
Es como los anónimos que se meten y firman el blog diciendo cosas como: "escrives con las patas, deverias acerlo de otra forma, aber cuando haprendes".
No entren.
Lo dicho, consíganse una vida.

jueves, junio 19, 2008

El mundo en ocho horas

Quise aislarme del blog mucho más tiempo pero en cierto momento me di cuenta de que se ha convertido en algo terapeútico para mí, un espacio para que me mienten la madre, para que entren mis admiradores anónimos a dejarme recados con doble intención, para que el 'corre-veydile' de la oficina salga disparado con un chisme capaz de enardecer los ánimos si se escoge la parte medular que habrá de contar, para que algunos, los menos, sepan qué me pasa y por qué. Afortunadamente, casi todos los que me interesa que no se queden con dudas, me las preguntan directamente.
Sin embargo, esta es la última entrada de ese tipo. He decidido, después del punto final, suicidarme en el mundo virtual. No más facebook (nunca le entendí), no más hi5 y no más post personales.
Pero regocíjense, quienes entraban a este blog y corrían inmediatamente a llevar el chisme de qué escribía y quién me leía, lograron su cometido. Convirtieron, con mi elemental y vasta ayuda, un espacio inofensivo en un texto capaz de hacer que la Inquisición me encuentre culpable de adoración satánica, que la muerte de Colosio se me achaque y que digan que yo ocasioné el calentamiento global.
Pero hay que cerrar con broche de oro.

Esta semana, en especial, estuvo llena de un torrente de sentimientos, brutal, fuerte, apabullante, pónganle el adjetivo que quieran.
En una descripción sencilla y a fuerza de reconocer que no es más que un súper cliché se puede decir que viví del cielo al infierno.
La semana empezó mejor que nunca, como hacía muchos meses no había sucedido. Por fin, después de seis meses pude dormir tranquilo y despertar sonriendo, con energías y ganas de comerme al mundo. Ni siquiera el hecho de haber dormido una hora de lunes para martes me mató el ánimo.
El martes, después de un día tranquilo en el trabajo fui a ver a Alizée y la sonrisa ahí seguía aunque no tenía nada que ver con la francesa, que por cierto me decepcionó terriblemente.
Llegué a casa como a la 1:00 a.m. sólo para darme cuenta de que tenía chance de dormir apenas 3 horas para partir al aeropuerto.
En Mérida, la sonrisa me persiguió, soporté el calor, el sueño y hasta la noticia de un retraso en mi vuelo. Al salir del aeropuerto, la sonrisa encontró destinataria.

En la madrugada, a sabiendas de que tenía tiempo de dormir apenas otras cuatro horas, la sonrisa ya no estaba ahí. Se fue en un mar de consejos, en un vistazo, en una confesión, en una llamada, en una plática por msn o en un correo. Se fue en un error, acaso uno más.
Se fue en todos ellos, con todos, sin mí.
Ahora la balanza se inclina terriblemente, seis meses con actitud emo vs. tres días con una sonrisa. Lo peor de esto es que pinta para prolongarse, mucho, mucho tiempo.

P.D. Si no te cabe no repartas, dicen en mi pueblo. Pero no se confundan, yo asumo las consecuencias de mis errores. Lo que no acepto es que aquellos que no tienen nada que ver se den un festín gracias a lo que hago y dejo de hacer.
Consíganse una vida.

martes, junio 10, 2008

El fin

Este blog y todo lo que he escrito ha muerto.
Pronto renacerá.