Quise aislarme del blog mucho más tiempo pero en cierto momento me di cuenta de que se ha convertido en algo terapeútico para mí, un espacio para que me mienten la madre, para que entren mis admiradores anónimos a dejarme recados con doble intención, para que el 'corre-veydile' de la oficina salga disparado con un chisme capaz de enardecer los ánimos si se escoge la parte medular que habrá de contar, para que algunos, los menos, sepan qué me pasa y por qué. Afortunadamente, casi todos los que me interesa que no se queden con dudas, me las preguntan directamente.
Sin embargo, esta es la última entrada de ese tipo. He decidido, después del punto final, suicidarme en el mundo virtual. No más facebook (nunca le entendí), no más hi5 y no más post personales.
Pero regocíjense, quienes entraban a este blog y corrían inmediatamente a llevar el chisme de qué escribía y quién me leía, lograron su cometido. Convirtieron, con mi elemental y vasta ayuda, un espacio inofensivo en un texto capaz de hacer que la Inquisición me encuentre culpable de adoración satánica, que la muerte de Colosio se me achaque y que digan que yo ocasioné el calentamiento global.
Pero hay que cerrar con broche de oro.
Esta semana, en especial, estuvo llena de un torrente de sentimientos, brutal, fuerte, apabullante, pónganle el adjetivo que quieran.
En una descripción sencilla y a fuerza de reconocer que no es más que un súper cliché se puede decir que viví del cielo al infierno.
La semana empezó mejor que nunca, como hacía muchos meses no había sucedido. Por fin, después de seis meses pude dormir tranquilo y despertar sonriendo, con energías y ganas de comerme al mundo. Ni siquiera el hecho de haber dormido una hora de lunes para martes me mató el ánimo.
El martes, después de un día tranquilo en el trabajo fui a ver a Alizée y la sonrisa ahí seguía aunque no tenía nada que ver con la francesa, que por cierto me decepcionó terriblemente.
Llegué a casa como a la 1:00 a.m. sólo para darme cuenta de que tenía chance de dormir apenas 3 horas para partir al aeropuerto.
En Mérida, la sonrisa me persiguió, soporté el calor, el sueño y hasta la noticia de un retraso en mi vuelo. Al salir del aeropuerto, la sonrisa encontró destinataria.
En la madrugada, a sabiendas de que tenía tiempo de dormir apenas otras cuatro horas, la sonrisa ya no estaba ahí. Se fue en un mar de consejos, en un vistazo, en una confesión, en una llamada, en una plática por msn o en un correo. Se fue en un error, acaso uno más.
Se fue en todos ellos, con todos, sin mí.
Ahora la balanza se inclina terriblemente, seis meses con actitud emo vs. tres días con una sonrisa. Lo peor de esto es que pinta para prolongarse, mucho, mucho tiempo.
P.D. Si no te cabe no repartas, dicen en mi pueblo. Pero no se confundan, yo asumo las consecuencias de mis errores. Lo que no acepto es que aquellos que no tienen nada que ver se den un festín gracias a lo que hago y dejo de hacer.
Consíganse una vida.
5 comentarios:
Creo que a veces vale la pena la "resaca" por la oportunidad de tener en la memoria esos tres días.
No sé qué más decir...
Un abrazo
no se entendió nada
Lo importante es que tu sonrisa nos vuelva a iluminar, no importa que por el momento sea en breves períodos. Los que te amamos te entendemos.
AHORA SÍ TE VISTE COMO TIMBIRICHE CUANDO DIJO QUE YA SE IBAN. JAJAJA
Pues se extrañará el blog, tenía cosas muy buenas. Ahí nos seguiremos leyendo, eso estoy seguro.
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