O casi.
Fue una semana movida.
De Houston a la Ciudad de México y luego Nueva York.
Más me vale que las millas acumuladas algún día sirvan de algo.
En fin, a la Gran Manzana fui con la encomienda de ver la película Australia y de paso charlar con sus protagonistas Hugh Jackman y Nicole Kidman. Por supuesto, esto último hacía que valiera la pena aún con todo y los reportes meteorológicos que indicaban que mi salud podría ser severamente vapuleada.
El viernes, por supuesto, tenía mil pendientes que debía dejar listos antes de retirarme a descansar. Entre ellos una entrevista con Gloria Trevi, placer culpable número 1 de Lucas, que se presentó este miércoles en el Auditorio Nacional y que me perdí. (Aún no sucede pero estoy seguro que así será)
Por fin cuando pude llegué a casa, preparé la maleta y todavía me dio tiempo de jugar un poco Call of Duty 4 antes de tener que despertar en la madrugada para llegar al aeropuerto a horas poco útiles para los viajeros solitarios.
Finalmente en Nueva York me encontré con un clima, tal y como lo había previsto, capaz de vulnerar mis de por sí bajas defensas. -8 ° centígrados marcaba el termómetro. Eso, para una persona apenas recuperándose de un fuerte cuadra de gripa, es como un shot de heroína para Kate Moss. Hagan de cuenta.
Imagino qué tan grave me veía que después de hacer el check-in en un hotel justo enfrente de Central Park (eso fue sólo por presumir) los mismos empleados me preguntaron si requería los servicios del médico del lugar.
Por supuesto aguanté estoico aunque encerrado en la habitación hasta el momento en que debía ir al cine. La cinta es buena, a secas, un drama de aventura que muestra a Kidman como una chica incapaz de perder el estilo aunque haya transportado 10 mil cabezas de ganado por el desierto australiano. Ya lo verán.
El domingo había que estar listo para la conferencia así que me dediqué a esperar. A eso y a ver la sexta temporada completa de Family Guy. Una maravilla.
La conferencia fue corta, apenas 30 minutos, pero valió totalmente la pena sobre todo por el final, que al menos para mí, tuvo.
Les explico, termina la conferencia, todos los reporteros tratan de subir a un elevador que los lleve a sus respectivos cuartos. Lucas por supuesto no logra subir sino hasta el cuarto o quinto intento.
Cuando finalmente estoy dentro pido amablemente que presionen el 9, el piso de mi cuarto. Me ignoran por completo y me resigno a ser el último en bajar.
Mientras pienso en eso, el elevador llegar al piso 12. Las puertas se abren y alguien las detiene. Nicole Kidman está a punto de subir. Lo hace. Quedamos lado a lado, sonrío nervioso y me devuelve la sonrisa. La gripa se ha ido, ahora es sudor de nervios.
Es espectacular la mujer aunque le llego a la altura del hombro.
Cuando se va y vuelvo a quedar solo pienso que eso es suerte y no tonterías.
Regreso al cuarto, arreglo mis cosas y me salgo a caminar con la misión de encontrar un regalo de cumpleaños adecuado. El iPod Touch se perfila como el ganador.
Mientras camino entre la sexta y la séptima me pierdo. Nada raro en mí y terminó cerca de no sé dónde diablos pero hay mucha gente. Camino hacia la bola (de gente) y veo que alguien da autógrafos. Me acerco tratando de identificar al fulano en cuestión pero no lo logro. En mi vida lo había visto.
Cuando se dispersa el gentío lo veo. Ahí está, mide como 1.30 metros, tiene barba y muchos lo conocimos por aquello de 'I see dead people'.
En efecto, Haley Joel Osment, el pequeño de Sexto Sentido y Cadena de favores, era el causante de la conmoción. Es tan pequeño que parece insignificante. La barba lo hace ver como duende.
Sigo mi camino en busca del preciado objeto que musicalice mi vida. Lo encuentro, es demasiado dinero. Veo juegos de video, dvd's y cd's que he buscado mucho tiempo. No compro nada.
Mi noche termina en un Subway comiendo, solo, un sandwich de meat balls.
Camino de vuelta al hotel, sin regalo, con sólo la imagen mental de dos celebridades que se cruzaron en mi camino.
No, no hay foto de ninguno de ellos. Tendrán que creerme. Ese viaje era única y exclusivamente para mí y mi soledad.
Fue una semana movida.
De Houston a la Ciudad de México y luego Nueva York.
Más me vale que las millas acumuladas algún día sirvan de algo.
En fin, a la Gran Manzana fui con la encomienda de ver la película Australia y de paso charlar con sus protagonistas Hugh Jackman y Nicole Kidman. Por supuesto, esto último hacía que valiera la pena aún con todo y los reportes meteorológicos que indicaban que mi salud podría ser severamente vapuleada.
El viernes, por supuesto, tenía mil pendientes que debía dejar listos antes de retirarme a descansar. Entre ellos una entrevista con Gloria Trevi, placer culpable número 1 de Lucas, que se presentó este miércoles en el Auditorio Nacional y que me perdí. (Aún no sucede pero estoy seguro que así será)
Por fin cuando pude llegué a casa, preparé la maleta y todavía me dio tiempo de jugar un poco Call of Duty 4 antes de tener que despertar en la madrugada para llegar al aeropuerto a horas poco útiles para los viajeros solitarios.
Finalmente en Nueva York me encontré con un clima, tal y como lo había previsto, capaz de vulnerar mis de por sí bajas defensas. -8 ° centígrados marcaba el termómetro. Eso, para una persona apenas recuperándose de un fuerte cuadra de gripa, es como un shot de heroína para Kate Moss. Hagan de cuenta.
Imagino qué tan grave me veía que después de hacer el check-in en un hotel justo enfrente de Central Park (eso fue sólo por presumir) los mismos empleados me preguntaron si requería los servicios del médico del lugar.
Por supuesto aguanté estoico aunque encerrado en la habitación hasta el momento en que debía ir al cine. La cinta es buena, a secas, un drama de aventura que muestra a Kidman como una chica incapaz de perder el estilo aunque haya transportado 10 mil cabezas de ganado por el desierto australiano. Ya lo verán.
El domingo había que estar listo para la conferencia así que me dediqué a esperar. A eso y a ver la sexta temporada completa de Family Guy. Una maravilla.
La conferencia fue corta, apenas 30 minutos, pero valió totalmente la pena sobre todo por el final, que al menos para mí, tuvo.
Les explico, termina la conferencia, todos los reporteros tratan de subir a un elevador que los lleve a sus respectivos cuartos. Lucas por supuesto no logra subir sino hasta el cuarto o quinto intento.
Cuando finalmente estoy dentro pido amablemente que presionen el 9, el piso de mi cuarto. Me ignoran por completo y me resigno a ser el último en bajar.
Mientras pienso en eso, el elevador llegar al piso 12. Las puertas se abren y alguien las detiene. Nicole Kidman está a punto de subir. Lo hace. Quedamos lado a lado, sonrío nervioso y me devuelve la sonrisa. La gripa se ha ido, ahora es sudor de nervios.
Es espectacular la mujer aunque le llego a la altura del hombro.
Cuando se va y vuelvo a quedar solo pienso que eso es suerte y no tonterías.
Regreso al cuarto, arreglo mis cosas y me salgo a caminar con la misión de encontrar un regalo de cumpleaños adecuado. El iPod Touch se perfila como el ganador.
Mientras camino entre la sexta y la séptima me pierdo. Nada raro en mí y terminó cerca de no sé dónde diablos pero hay mucha gente. Camino hacia la bola (de gente) y veo que alguien da autógrafos. Me acerco tratando de identificar al fulano en cuestión pero no lo logro. En mi vida lo había visto.
Cuando se dispersa el gentío lo veo. Ahí está, mide como 1.30 metros, tiene barba y muchos lo conocimos por aquello de 'I see dead people'.
En efecto, Haley Joel Osment, el pequeño de Sexto Sentido y Cadena de favores, era el causante de la conmoción. Es tan pequeño que parece insignificante. La barba lo hace ver como duende.
Sigo mi camino en busca del preciado objeto que musicalice mi vida. Lo encuentro, es demasiado dinero. Veo juegos de video, dvd's y cd's que he buscado mucho tiempo. No compro nada.
Mi noche termina en un Subway comiendo, solo, un sandwich de meat balls.
Camino de vuelta al hotel, sin regalo, con sólo la imagen mental de dos celebridades que se cruzaron en mi camino.
No, no hay foto de ninguno de ellos. Tendrán que creerme. Ese viaje era única y exclusivamente para mí y mi soledad.