Justo unos minutos antes de comenzar el concierto recordaba cómo en 2002, con boleto en mano, me mandaron a Acapulco a trabajar. Nadie sabíamos que aquella era una despedida, ni siquiera los músicos lo sabían. Cuando algunos meses después se confirmó que los Cadillacs no tocarían más juntos odié aún más (si acaso fuera posible) a la que era mi jefa en esa época.
Sus canciones son de esas que han marcado distintas etapas de mi vida, muchas de ellas tienen significados que van más allá de lo que la letra dice al calce. Es algo que tiene que ver con etapas propias, con los momentos cuando las he escuchado y a últimas fechas con quien las había escuchado.
Gracias al trabajo pude platicar durante el último año un par de veces con Vicentico. Invariablemente le preguntaba por el reencuentro de la banda, al principio sólo reía y daba largas. En la última charla me lo confirmó, con la condición de no decirlo, obvio aunque moría de ganas respeté el acuerdo.
El día que los boletos salieron a la venta los boletos compré dos previniendo que mi estancia en la ciudad de México, como algunos de ustedes saben, no sería tan larga aunque al final las cosas no salieron como yo lo esperaba.
Al final aquí sigo y pude ir sin tantos contratiempos y verlos en vivo fue recordar por qué me apasiona mi trabajo.
Volví a sentir el cosquilleo de ver a tu banda favorita en vivo, de saltar y cantar todas sus canciones, de estar atento a los detalles que después dieran forma a la crónica e incluso de añorar cuando el tema lo ameritaba.
Cantaron todas las que quería escuchar, incluso más. Difícil escoger una favorita pero me quedo con El Satánico Doctor Cadillac, Demasiada presión, Padre Nuestro, Basta de llamarme así y Estoy harto de verte con otros.
Justo ayer platicaba con un amigo sobre la desensibilización que a veces se apodera de quienes vamos, por gusto o necesidad, a cuatro conciertos a la semana. La mayoría de las veces no permitimos que la emoción nos invada pues todo se vuelve lo mismo, repetitivo, la misma gente en el mismo lugar.
Con los Cadillacs no fue así, ellos transmitieron la alegría de estar de vuelta a la gente que tanto los esperábamos. (Mensaje para Bunbury, Cerati y compañía)
Al final el saldo no es tan positivo como hubiera pensado pero me llevo un buenísimo recuerdo, un libro que me regaló el señor Flavio, sus canciones aún resonando en mi cabeza y la esperanza de que ahora no nos hagan esperar otros seis años para verlos.
Para ti que estuviste aunque fuera lejos.
2 comentarios:
Alguna vez en el Metropolitan me tocó ver cómo el imbécil adiposo y argentinete de mierda del Vicentico pidió a la gente de seguridad que sujetaran a un chico de no más de 15 años arriba del escenario y luego lo pateó y golpeó a placer. Claro que esto tiene una historia detrás. Los Cadillacs dejaron subir a los chavos para que bailaran un poco y luego se aventaran de cabeza al público. Eso durante gran parte del concierto, pero una chava además de eso le pidió un beso al asqueroso berreador sudaca, el tal Vicente, no sólo no se lo dio, sino que le puso un aventón (a lo mejor porque estdaba feíta). Cinco minutos despué, seguían subiendo chavos al escenario y el quinceañero le reclamó a Vicentico lo de la chava y claramente lo retó a ser hombrecito. El animal no respondió, pero cuando el chavillo ya se iba a bajar, el ojete llamó a seguridad y una vez bien agarrado por los guarros, le metió sus cates. POR ESO ODIO A LOS CADILLACS y por eso no creo mucho en las crónicas de los diarios, porque al otro día muy pocos lo mencionaban y para otros, como mi amigo Meraz, no fue la "nota" del evento. Por mí los "Fabulosos" se pueden ir al diablo, no me interesa si hacen buena o mala música. En eso sí soy muy radical.
Estoy de acuerdo contigo Lucas, el concierto estuvo mágico y despertó cada uno de los poros de mi piel!
Aunque me divertí al máximo creo que faltó presupuesto, su escenario parecía tarima de feria y sus pantallas estaban muy pequeñas... bueno, se les perdona por su entrega y talento.
Saludos!
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