martes, febrero 17, 2009

Es cierto...


yo también pasé un gran 14 de febrero.
Y por supuesto que me encantó que te hayan gustado TOOOOOOODOOOOS los regalos que te traje de Londres y de Nueva York. No recuerdo si te platiqué la odisea que fue pasarlos por aduana, eran tantos que tuve que apelar a la suerte para que no me tocara revisión. De otro modo, un malvado oficial se hubiera quedado con TOOOOOOODOOOOOS tus regalos y no los hubieras podido presumir en un blog.
En verdad ha sido increíble pero, aprovechando que por este medio se ha dado y hemos fortalecido nuestra relación, sólo espero que a cambio un día me permitas acompañarte a esa dimensión en la que ha sucedido todo eso.
Capaz que así entiendo que tengas alucinaciones esquizofrénicas, en las que tu cerebro crea que en realidad todo eso ha sucedido.
Tampoco es para que te sientas mal, muchas personas las han sufrido a lo largo de la historia. Que te baste saber que se calcula que 3 de cada 100 personas las sufren.
Es más, con suerte y un día te sucede como a John Nash, premio Nobel de Economía, que logró que su vida esquizofrénica fuera llevada al cine con la película A beautiful mind.
¡Eso sí sería algo digno de comentar en un blog o en los comments!
¡Es más, te prometo que hasta llegas a nick de messenger si algo así sucede!

Mientras eso pasa tengo que regresar a la vida real.

viernes, febrero 13, 2009

10 mil pesos por una bolsa con hielos.

El fútbol, siempre es el fútbol.
Va con acento, por cierto, aunque se hayan acostumbrado a leerlo de ese modo en periódicos y revistas. Es simple, la sílaba tónica es la grave y como su terminación no es N, S o vocal entonces se acentúa. ¿Listo?
Ahora sí.
Ya me había pasado, hace dos años. Esguince de ligamento y fractura de tobillo. Suena apantallador pero no lo fue tanto, cosa de enyesarme el pie mes y medio y ya. Aquello sucedió jugando y un día, en otro post, les platicaré algunas de las razones que me han dado para que sucediera.
Esta semana, después de un nuevo golpe al mismo pie derecho, pensé lo peor. Sabía que podía ser nuevamente algo parecido o incluso más grave.
Para tratar de relajarme, dirigí mis pasos hacia un par de cervezas. Suponía que sólo era un golpe y que en cuestión de minutos desaparecería el dolor.
A la mañana siguiente mi pie era igualito al de Shrek, bueno, no en lo verde, pero seguro era del mismo tamaño.
Apoyarlo era un reto, casi tan doloroso como ver que siguen convocando a Rafa Márquez a la selección.
Sin más, fui llevado al hospital. Dos radiografías y dos horas después llegó el ortopedista quien de plano se dijo incapaz de dar un diagnóstico certero.
¿Están de acuerdo que eso basta para generar enorme desconfianza?
En fin, dos radiografías más. Aún no sabían qué era, podía ser una fractura, podría requerir operación o podía no ser nada.
Tal cual, el médico puso la decisión en mis manos.
"Ante la duda yo recomiendo inmovilizar al menos un mes o puede pagar una resonancia magnética y aseguramos el diagnóstico", dijo.
Obvio, la amenaza incluía otra vez inmovilizarme y privarme de un viaje a Los Ángeles la próxima semana al que muero de ganas de ir pero por el otro lado necesitaba estar seguro de que mi pie volvería a estar como antes, aún si eso incluía un pago que estaba, por mucho, fuera de mi presupuesto mensual dedicado a emergencias médicas.
Finalmente me hicieron la resonancia. Toda una experiencia. Les platico. Te meten, inmovilizado, a un aparato que genera ondas magnéticas que son leídas por una computadora. La única condición es que no te puedes mover, nada, ni tantito.
¿Cómo lo solucioné? Durmiendo, entré al aparatito y en dos segundos estaba perdidamente dormido hasta que llegaron a decirme que habían terminado así que disculpen que no pueda darles más detalles.
Tras ello, regresó el doctor muerte a decirme que ya todo estaba en orden y él ya se sentía con la confianza de decirme que no tenía nada, que me pusiera hielo y que por favor pasara a pagar la cuenta.
"¡Por supuesto que no! Ahora aunque sea me saca la apéndice pero no me voy de aquí sin una venda", espeté completamente indignado.
Nada de eso pasó. Pagué, corrí a mi casa a mandar un texto pendiente, me viajé con pastillas para el dolor y dormí.
Ya estoy de vuelta, con el pie como tamal, con una muleta para apoyarme y con una deuda increíble en mi tarjeta. Pero como dije, tres puntos de apoyo siempre son mejor que dos.

Para quienes hablaron para saber cómo seguía. Hasta había olvidado qué se sentía.

miércoles, febrero 04, 2009

Otro más

Pronto, fotos de Lucas en Londres.
Mientras eso sucede, les platico.
A lo largo de mi vida he tenido cinco iPods. Ni siquiera ha sido porque me sobre dinero o porque siempre esté a la vanguardia con lo último de la tecnología, más bien ha sido por culpa de descuidos.
Verán, mi primer iPod:

Llegó a mí sobre pedido. La idea es que lo iba a pagar pero entre que me hice guey y entre que me lo regaló una gran mujer pues nada más entregué la mitad de su costo. Me duró unos meses hasta que un día se cayó en el cine y aunque regresamos de inmediato para buscarlo ya no estaba. Snif.

¡Uff! Este iPod revolucionó mi vida con su ruedita apachurrabotones. Horas de diversión y de música. Todo iba bien hasta que alguien lo robó de mi casa durante una fiesta. Hasta la fecha sigo tratando de capturar al responsable sin éxito. Este también fue un regalo así que ya se imaginarán que fue el último de esa naturaleza. Obvio, después de dos iPods ¿quién en su sano juicio regalaría otro?

Ahorré, ahorré y ahorré (mis vales de despensa) para suplir mi viejo iPod.
Lo compré en la tienda de los tecolotes y todo era felicidad. Este ya venía con la opción de ver videos pero creo que nunca la utilicé. Duró mucho más que los anteriores, sobrevivió mordidas de mi perro y hasta derrames de alcohol y justo cuando creí que era inmortal vino lo peor.
Una noche dejó de funcionar, aún no sé si atribuirlo a que puse 5 minutos de Gloria Trevi o a una caída de un metro de altura. Lo intenté arreglar y nada. Aún conservo su cuerpo innerte desde hace seis meses.

Este fue un regalo también, cortesía de Blue Man Group, durante un viaje a Tampa para entrevistarlos. Venía precargado con la música que utilizan en el show. Lo triste de este es que no sé bien qué le sucedió. Un buen día desapareció de su lugar y estoy seguro que de igual modo un buen día se dignará a aparecer.

Y llegamos al último, al feliz iPod que me acompaña desde el fin de semana pasado.
Cortesía de Sir Elton John pues me lo obsequiaron durante su concierto, en él venía el press kit del evento el cual por supuesto ya borré para cargarlo con la música favorita.

Ahora espero que este dure mucho, al menos lo suficiente para comprar el iPod Touch al que aún no le quito el ojo de encima pero que tristemente la crisis lo hace parecer cada vez más lejano.
Pero ya saben, si están interesados en que aumente mi historia con los iPods es cosa de que nos pongamos de acuerdo, yo siempre estoy dispuesto a experimentar con nuevas posesiones.